CONTRA LA ENFERMEDAD CORRUPCION DIGAMOS NO
Estar enfermo es una situación anormal, por ello debemos acudir al médico y ser sometidos al tratamiento que éste nos proponga. Pues con la corrupción pasa algo similar: lo normal es que no la haya, pero de haberla deben actuar los servicios médicos para localizarla (en este caso la policía judicial y la fiscalía) y, en su caso, aplicar el tratamiento adecuado para su eliminación. En el caso de las enfermedades las técnicas quirúrgicas y los medicamentos, y en la corrupción –del ámbito que sea- los procesos judiciales y sus condenas, siempre con respeto a la presunción de inocencia claro es, y la actuación de los partidos políticos, que debemos pelear por eliminar de nuestras formaciones cualquier rastro de esa lacra que es que con el dinero público que es de TODOS alguien meta la mano en la caja para beneficio propio.
Como se suele decir: allá cada uno con su conciencia pero que cada palo aguante su vela y si le cae ésta encima, pues mala suerte y a hacer limpieza. De cada situación de crisis nace una oportunidad, y de ésta que afecta muy y mucho a los valores y que parece generalizada como una pandemia (aunque no lo es) también, y la enseñanza tiene que ser: hacer borrón y cuenta nueva, renovar y regenerar una política imprescindible en Democracia y denostada por la actuación de unos pocos.
A la Justicia hay que dotarla de medios para una rápida resolución de los casos y habrá que afrontar las reformas legislativas penales necesarias para alejar definitivamente de la política inhabilitando a los condenados de por vida para el ejercicio de cargo público y aumentado las penas a esos delitos. Que nadie se sienta atraído por la posibilidad de corromperse y si atemorizado por hacerlo.
Pero acabar de una vez por todas con actuaciones poco edificantes y deseables y que no afectan desgraciadamente a una formación política determinada sino a todas, porque no olvidemos que en el mundo político, empresarial, deportivo o social detrás hay personas.