Escuchaba una canción de Ana Belén. «Abre la muralla». De repente me recordaba a Abel Caballero. Sin pensarlo, casi sin darme cuenta, la figura del alcalde me venía a la cabeza. El motivo no era otro que su última exacerbación de un viguismo que para nada se corresponde con el sentimiento ciudadano. Su ocurrencia de limitar el bonobús solo a los censados en la ciudad es una soberana tontería, un brindis al sol que esconde la búsqueda de un puñado de votos.
La medida va contra los principios que se le presumen a una ciudad: Vigo, cosmopolita y abierta. Olvida Caballero que nuestros vecinos de localidades limítrofes no solo vienen a trabajar, también aprovechan para comprar, consumir o pasear. Eso sin olvidar que son cada vez más los estudiantes, especialmente los extranjeros, los que eligen la Universidad de Vigo, dada su cada vez mayor pujanza.
Estas son solo algunas de las personas que, de salir adelante la medida, dejarán de poder utilizar la tarjeta del Vitrasa.
Pero si se trata de poner puertas al campo, Caballero es un avezado gestor. No hay noticias ni se esperan de los tan demandados aparcamientos disuasorios a las entradas de la urbe para reducir la contaminación y los problemas de circulación y aparcamiento. Extremo, este último, que a su vez potenciaría el uso del bus urbano. Sus planes son bien distintos. Sin planificar nada, sin cumplir con las necesidades ciudadanas se arroga en el que «cierre la muralla» a los que no estén censados en Vigo.
Ahora bien, si lo que busca es un incremento del censo, créame que hay otras alternativas. Ahí está la Ley del Área Metropolitana, con la que la ciudad ganaría exponencialmente. Vigo debe abrir su muralla como ciudad integradora, moderna y de futuro, que rechaza abiertamente una medida, la anunciada por Caballero, claramente impopular, retrógrada y discriminatoria.
Un mundo globalizado como este no se merece este tipo de gestores públicos. Cuanta más gente se mueva en la ciudad, más riqueza se genera y un futuro mejor nos espera.