Corrían los años 80 y 90 cuando miles de jóvenes vigueses acudíamos al restaurante «El Castillo» a celebrar la noche de Fin de Año. Pasados algunos años, en los albores del nuevo siglo XXI, regresé para celebrar el bautizo de mi primogénita. Era un lugar agradable, significado en la ciudad y en el que además de comer bien se disfrutaba del hermoso paisaje que es esta ciudad. Hace pocos días el alcalde de la ciudad mazo en mano, como si del dios Thor se tratase, golpeaba para derribar las ruinas del Castillo del Castro (cerrado 5 años atrás) y para el cual habían anunciado numerosos usos, que al final se han transformado en un montón de piedras y ladrillos del famoso pastiche vigués.
Es curioso, pero si hablas con la gente, este ejemplo no deja de ser alegórico de lo que sucede en Vigo. Muchos proyectos, muchos ladrillos para edificar una construcción de futuro, pero nulos arquitectos que la lleven adelante. Muchos problemas por delante producto muchas veces de la inconsistencia política en la ciudad, de la falta de liderazgo y de esa nube negra que en forma de tristeza se cierne sobre nosotros. Ha pasado con El Castillo como con el Auditorio que también es, dentro de poco igual debemos decir, ha sido, fuente de diversión para los vigueses.
Como observamos hemos pasado de tener lugares de ocio, de bailes sociales, de diversión a un cementerio de recuerdos de muchos ciudadanos de Vigo que no se sienten representados por quienes no buscan soluciones para sus problemas, ni los tienen ni quieren encontrarlos. Algún día saldrá nuevamente el sol y estas nubes negras que se ciernen sobre la ciudad desaparecerán, tendremos nuevos recuerdos, esperemos que éstos sean positivos.
Una nueva generación de vigueses creemos en otra manera de hacer las cosas, en que la oscuridad se convierta luz, ésta en esperanza y la esperanza en un futuro mejor para todos con empleo y poniendo la ciudad donde se merece no donde algunos poderes fácticos quieren colocarnos. Somos el nuevo Vigo, el Vigo renovado.