NAVEGAR SIN RUMBO GRAVE ERROR
Hace ya unos años que me decidí a obtener el título de Patrón de Embarcación de Recreo. También he tenido la suerte de navegar a vela, que creo además es una enseñanza para la propia vida. Es divertido, comprometido, inspirador y a la vez complicado. En alguna ocasión de forma amateur y veraniega participé en una regata de cruceros con la adrenalina y responsabilidad que ello suponía, por ende sin la responsabilidad que conlleva a los verdaderos marineros profesionales. Pero alguna enseñanza se extrae de toda experiencia en esta vida.
La primera es que alguien tiene que estar al timón o a la caña de la embarcación, porque una persona ha de tomar decisiones en el barco y asumir por tanto las responsabilidades de dirigir la embarcación. Otras personas han de colaborar con el patrón en la navegación bien para aconsejar un rumbo, bien para cambiar las velas, hacer banda para equilibrar la embarcación en las ceñidas, o simplemente para hablar y no hacer que el silencio del mar que solo rompe el viento golpeando contra la vela se haga tan silente, que te haga perder la realidad de tu objetivo. También marcas un rumbo, que básicamente sería la línea que te lleve del punto A al B. Yendo a vela, a merced del viento y de las mareas, la línea recta no existe por lo que tienes que dar bordadas y aprovechar lo mejor posible la fuerza del viento y las facilidades del mar para llegar pronto al punto B. Para ello debemos observar, calcular, prever y sobre todo no despistarnos de los cambios en la situación que se pueda producir, y también de los contratiempos que nos podamos encontrar. Cuantas menos “bordadas” (cambios de rumbo) demos, más rápido avanzaremos y más eficaces seremos en alcanzar nuestro destino. Seguir un rumbo es importante en el mar y en la vida.
Pero, ¿qué pasaría si nadie dirige la embarcación, o son varios los que se empeñan en dirigirla? Pues que nos volveremos ineficaces, daremos muchas bordadas, avanzaremos más lentamente y seguramente llegaremos de últimos, porque haremos un gran esfuerzo físico del que obtendremos un nulo resultado. Mucho esfuerzo para nulo resultado = ineficacia.
Claro que la cosa puede ser aún peor, dejar el barco navegar a merced del viento, sin patrón, sin dirección. ¿Qué sucederá entonces? Lo más probable que acabemos encallando y perdiendo la embarcación. Triste realidad ésta, pero posibilidad real al fin y al cabo.
Y si el capitán nos lleva dando tumbos: ¿nos amotinamos? Algún amigo navegante dará respuesta a ello, pero evidentemente nos debemos consentir que nos hunda y perdamos incluso la embarcación. Hacer esto yo lo llamaría responsabilidad nada más.
Pues en las decisiones en la vida pasa algo similar, en la vida personal, profesional, en la política: si no diriges con firmeza, si no trazas un rumbo claro y lo sigues lo más probable es que acabes hundiendo el barco. Tengamos pues cuidado de trazar un plan y seguirlo, de dirigir y dar los menos tumbos posibles para alcanzar el punto B porque el resultado puede ser que un barco competidor llegue antes, y todo el esfuerzo resulte baldío.
¡Abre la muralla Caballero! (ABC 12 de enero de 2014)
Escuchaba una canción de Ana Belén. «Abre la muralla». De repente me recordaba a Abel Caballero. Sin pensarlo, casi sin darme cuenta, la figura del alcalde me venía a la cabeza. El motivo no era otro que su última exacerbación de un viguismo que para nada se corresponde con el sentimiento ciudadano. Su ocurrencia de limitar el bonobús solo a los censados en la ciudad es una soberana tontería, un brindis al sol que esconde la búsqueda de un puñado de votos.
La medida va contra los principios que se le presumen a una ciudad: Vigo, cosmopolita y abierta. Olvida Caballero que nuestros vecinos de localidades limítrofes no solo vienen a trabajar, también aprovechan para comprar, consumir o pasear. Eso sin olvidar que son cada vez más los estudiantes, especialmente los extranjeros, los que eligen la Universidad de Vigo, dada su cada vez mayor pujanza.
Estas son solo algunas de las personas que, de salir adelante la medida, dejarán de poder utilizar la tarjeta del Vitrasa.
Pero si se trata de poner puertas al campo, Caballero es un avezado gestor. No hay noticias ni se esperan de los tan demandados aparcamientos disuasorios a las entradas de la urbe para reducir la contaminación y los problemas de circulación y aparcamiento. Extremo, este último, que a su vez potenciaría el uso del bus urbano. Sus planes son bien distintos. Sin planificar nada, sin cumplir con las necesidades ciudadanas se arroga en el que «cierre la muralla» a los que no estén censados en Vigo.
Ahora bien, si lo que busca es un incremento del censo, créame que hay otras alternativas. Ahí está la Ley del Área Metropolitana, con la que la ciudad ganaría exponencialmente. Vigo debe abrir su muralla como ciudad integradora, moderna y de futuro, que rechaza abiertamente una medida, la anunciada por Caballero, claramente impopular, retrógrada y discriminatoria.
Un mundo globalizado como este no se merece este tipo de gestores públicos. Cuanta más gente se mueva en la ciudad, más riqueza se genera y un futuro mejor nos espera.