El pasado jueves, invitado por la Asociación APD, tuve la oportunidad de ver la película Snowden del director Oliver Stone, en un cine fórum que creo no dejó indiferente a ninguno de los asistentes. Oliver Stone que se ha caracterizado en su filmografía por hacer películas con alto contenido de crítica política, no iba a ser menos en este largometraje, aunque personalmente creo que la película trasciende la política, la seguridad, para replantearnos desde un punto de vista cuasi filosófico el concepto moderno de libertad. Tradicionalmente hemos entendido que “mi (nuestra) libertad termina donde comienza la de los demás”, tal y como nos enseñó Jean Paul Sartre; pero ¿qué sucede cuando la seguridad interfiere en ello? ¿Qué pensar cuando un gobierno establece que no existen límites entre la libertad de los ciudadanos? ¿Cómo enfrentarse a la idea de que a través de las nuevas tecnologías nos enfrentamos ante una nueva forma de esclavitud nacida del control?

Stone nos pone en la ventana, en el foco de debate, la necesidad de preservar una limitación de nuestras libertades individuales en post de la seguridad, y lo hace además con una crítica que se aleja de ideologías, de partidos políticos, de demócratas o republicanos para hacerlo caer en los propios ciudadanos. El control comenzó con Bush, pero Obama prometió hacer algo, y no solo no lo hizo, sino que aumentó el control. El miedo se ha interpuesto en nuestro concepto de libertad y es el parapeto ideal para que el concepto tradicional de ser libre haya sido sustituido por el de “libertad-segura” o “libertad-controlada” o «vigilada». Pero debemos plantearnos ¿merece la pena? ¿es auténtica libertad? Sinceramente me temo que entra dentro de la capacidad de elección de cada uno, en su libertad individual: habrá quien lo defienda e incluso comprenda, y los que -como yo- opinen que en el fondo no es auténtica libertad y si el triunfo de los que pretenden con sus acciones poner en jaque nuestra forma de ver la vida, nuestra forma de entender sin fanatismos nuestra existencia. Con estas fórmulas limitativas de nuestros derechos individuales, de control en post de una falsa seguridad que nunca es absoluta, como hemos podido comprobar recientemente en Francia o Bélgica, estamos renunciando a nuestra propia esencia como personas para cedérsela al control del Estado que sabe todo de nosotros y que sabe no nos puede garantizar que nada nos pueda pasar. ¿Qué eliges?

  Si Jean Paul Sartre hubiera sido contemporáneo nuestro habría reformulado su afirmación sobre los límites de la libertad y hubiese dicho algo así como: “mi libertad termina donde comienza la de mi dispositivo electrónico controlado por el Estado.”

¿Es libertad? Al final la auténtica libertad, me atrevería a decir que la única en la actualidad, es la de nuestra mente, la de nuestro pensamiento, solo aquello que permanece dentro de nuestro pensar es auténticamente libre, porque en el momento en que lo exteriorices puede ser objeto de observancia, y por ende pasará de ser auténtica libertad a libertad-segura, o libertad-controlada.

A golpe de viernes creo que la noticia de la semana está siendo la irrupción del nuevo pose podemita en la vida política y social española. Lo acontecido en foro universitario hace un par de días, no deja de ser más que el termómetro de una triste realidad: en Podemos los del puño cerrado quieren dejarlo caer sobre los derechos de los demás, y que quieren, pues así lo ha manifestado Iglesias que el puño cerrado (que por cierto entre otros usos tiene el de golpear) debe anteponerse a la V que utiliza Errejón. En palabras del propio Iglesias hay que calentar la calle, saliendo a la misma y creando conflictividad social. Lo acontecido en la Autónoma de Madrid desgraciadamente no es algo nuevo en España, pero es un peligroso síntoma de por donde algunos quieren llevar la acción política. Los que quieren este tipo de actitudes si que no son  bienvenidos. Que un ex presidente del gobierno como Felipe González o un empresario como Cebrián no sean capaces de dirigirse a un grupo de estudiantes no porque no haya quien quiera escucharlos, sino porque haya quien impida: que unos se expresen, y otros escuchen e incluso inquieran no deja más que se una actitud fascista de primer orden. Como dijo Voltaire: “No estoy de acuerdo con sus ideas, pero me batiría (en duelo) para que usted pudiera expresarlas.» Pues eso, puedes no estar de acuerdo con lo que alguien diga, pero ¿por qué no dejar que se exprese? La mejor manera de poder rebatir a alguien es dejar que se exprese, que pueda ejercer su derecho a la libertad de expresión., por cierto reconocido en nuestra Carta Magna, en concreto en su artículo 20, aunque claro para algunos su deseo sería acabar con ella, aunque fuese asaltando los cielos.

Pero bueno, cuando el que alentó calentar la calle, ve justificable la agresión a Felipe González, pues que vamos a pedir a los corderos que acuden a la llamada del pastor a reventar actividades democráticas. ¿Qué podemos pedir? Aunque ya fue él quien habló de la cal viva en sede parlamentaria, y prendió la mecha contra González. Realmente me hace gracia que éstos, los del puño de hierro que se presentan así mismos como antifascitas son los que tienen actitudes más fascistas. Hay frases apócrifas como la que se atribuye a Sir Winston Churchill de que los “fascistas de futuro se presentarán a sí mismos como antifascistas”.

Solo pediría a estos defensores de regímenes autoritarios como Irán o Venezuela, que defiendan la libertad en España, que ya que han prometido cumplir y defender la Constitución cuando tomaron posesión de su acta de diputados, al menos que lo hagan. Y si aquello de la Constitución les viene grande, que hasta puede ser, les recordaría aquella letra de Jarcha en los 70 “libertad sin ira, sin ira libertad”. Y la de expresión es una de las mayores, porque nos permite exteriorizar la mayor de las libertades, la más excelsa: la de pensar pues en la intimidad de nuestro cerebro es donde yace la mayor de las libertades. ¡Viva la libertad! ¡Defendamosla!

Los medios de comunicación hoy están contentos. Desde hace casi un año, casi día a día, vivimos desde el punto de vista político uno de esos días que califican de histórico. Lo cierto es que lo es, no exclusivamente porque el PSOE tenga una guerra civil interna, que pueda poner incluso en solfa su integridad, y también porque llevamos unos 285 días con un gobierno en funciones, y hoy unimos a dichas efemérides que quedan solo 30 días para que acabe el mes de octubre: de los que de lunes a viernes tendremos 19 días hábiles, un festivo nacional el día 12, 4 sábados además de hoy, y 5 domingos. Vamos que no queda prácticamente nada para que el tiempo marcado por la Constitución Española de 1978 en su artículo 99 se cumpla, y por ende que automáticamente se disuelvan las Cortes Generales y queden convocadas elecciones generales (las segundas de 2016), y en este iter temporal. Si nos fijamos NO QUEDA NADA, prácticamente no hay días para moverse, y máxime si tenemos en cuenta que se quieren aprobar determinadas reformas legislativas para evitar la coincidencia de unas hipotéticas elecciones generales en el día de Navidad, desatascar el techo de gasto de las comunidades para sus presupuestos, etc… mucho trabajo, muchos problemas, pero ¿alguien se está moviendo algo?

La pasividad parece es lo que acontece desde el día 31 de agosto en que se puso en marcha el reloj constitucional. Elecciones gallegas y vascas paralizaron las negociaciones para lograr o bien una mayoría absoluta en primera ronda o mayoría simple en segunda ante una hipotética nueva sesión de investidura. Se nos está trasladando a los ciudadanos la imagen de espera, y como se suele decir quien espera desespera; ahora se discute la idoneidad o no de Pedro Sánchez para dirigir su partido, para tomar decisiones lo cual obviamente no deja de ser una cuestión interna del PSOE; y mientras tanto hay que asumir la responsabilidad de sacar a España del atolladero en que nos encontramos, no se puede esperar como Isaac Newton a que la manzana caiga del árbol, es preciso mostrar movimiento, caminar deprisa en la búsqueda de una solución para España anteponiendo los intereses generales a los particulares. Imaginemos por un instante que la deriva socialista se alarga hasta final de octubre ¿vamos pues a elecciones?

Personalmente me preocupa que mi partido apueste ya decididamente por moverse y que tome las riendas como fuerza más votada, como la fuerza que llegó a un acuerdo con C´s y CC por el que se obtuvieron 170 apoyos (restando 6 para la mayoría absoluta, u 11 abstenciones para la simple). Tenemos que saber los españoles si el pacto con Ciudadanos y Coalición Canaria sigue vigente, si se están haciendo reuniones con otras fuerzas para lograr ese gobierno y evitar las nuevas elecciones con un gobierno en funciones para aquella de 365 días (lo que es claramente una disfunción). Lo decía el otro día en twitter y lo repito aquí: si Mariano Rajoy no se siente con fuerzas para una nueva investidura hay otros 136 diputados populares para intentarlo, lo único que no cabe, bajo mi punto de vista, es esperar como pasan las horas, los días camino del 31 de octubre en espera de como Newton, gritar “Eureka” (tenemos gobierno). Como decía el grandísimo Antonio Machado “Caminante no hay camino se hace camino al andar·… mejor coger la manzana directamente del árbol que esperar a que caiga, ¿no?.