¿RESIGNACIÓN? ME NIEGO, DIGO ¡NO!
Últimamente noto cierto desánimo en muchas personas con las que charlo. Las cosas son imposibles de cambiar, “no se puede”, “no dejan”, “no quieren”…como decía la canción pongamos que hablo de… ¿Madrid? ¡no!, de política. Este aire de inamovilidad que se respira, de incredulidad en la transformación de la sociedad, en un dejarse ir, me preocupa.
Me preocupa mucho, porque en mi fuero interno opino todo lo contrario. ¿Exceso de optimismo? Quizá sea eso, muchos quieren convencerte del desánimo, ¿los más interesados en ello? los propios que componen el problema, a los que evidentemente interesa que todo continúe igual para no perder el estatus personal que compone su propio sustento. Evidentemente, en la sociedad que nos ha tocado vivir o sobrellevar, el conformismo, el nihilismo de todo, es lo que se estila, y sobre todo por comodidad, y ¿por qué? Porque es mejor dejar que las cosas continúen como están, que involucrarse en su cambio y transformación. Yo no creo en la resignación y en decir amén a todo, agachando la cabeza, si me enseñan un círculo no voy a decir que sea un cuadrado, es decir, como se suele decir “no voy a comulgar con ruedas de molino”. Conozco mucha gente que no quiere saber de la política precisamente por esto, porque creen que una especie de inmovilismo y un decir que si a todo. Este significado tiene su término RESIGNACIÓN.
Esa resignación lleva al conformismo, y éste a que todo siga igual y nada se transforme. La rebeldía debería llevarnos, a mí al menos así es, a no resignarme, a pensar que dentro de los sitios (partido político, trabajo, escuela, familia, etc.) es donde se transforman las cosas, desde fuera se es un mero espectador, y en la vida creo es mejor ser actor que espectador, trabajar por corregir y transformar que sentado en la barrera ver como todo sigue igual.
Frente a la resignación trabajo e ilusión, frente al inmovilismo agitar las conciencias y convencer. Desde luego no quedarse quieto diciendo o convenciéndose de “no se puede hacer”.