A nadie se le escapa que no somos aborígenes australianos, tenemos otras tradiciones, por ello cuando se coge un bumerán y se lanza hay que tener cuidado con su principal característica, sino impacta en la pieza que nos queramos cobrar (como se dice en caza) o en el blanco propuesto, por su propia característica volverá hacia nosotros y nos impactará.
En España somos más de navaja, daga, lanza, de espada corta o larga e incluso por la tradición musulmana de la cimitarra que por su curvatura puede ser lo más similar al australiano bumerán. Necesitamos tener eso sí al atacado cerca para poder asestar un certero golpe que termine con él. Jugar a utilizar un arma en la que no somos nada diestros conlleva al efecto contrario: que se nos vuelva en contra y nos derribe a nosotros mismos.
A mí personalmente el bumerán no me gusta, no tener su control y dejarlo al albur de los acontecimientos resulta muy peligroso, podría llegar a ser mortal y en política también. Ahora si quieres “australizarte” y usar el mágico aparato calculad el viento, la distancia al objetivo, cuál es éste, elementos externos, y si aun así te emperras en usarlo al menos, cuando lo hagas, ten preparado un buen refugio por si vuelve que no te dé a ti. La imprudencia es cada día mayor, y también cada jornada en cualquier medio de comunicación nos encontramos con titulares de lanzadores de bumerán derribados por su inconsciencia y que buscando el efecto «A» encuentran un golpe en medio de su cabeza.
¡Ojo! ¡Peligro! Perigo! Danger!