El otro día estuve viendo el programa de la Sexta «El Jefe». La verdad me pareció interesante, y lo que es más un ejercicio que todos deberíamos hacer de cuando en vez. Bajo mi punto de vista encierra un claro ejercicio de empatía y sobre todo de análisis de lo que sucede en la organización y que muchas veces el que está arriba en la organización o no se entera o prefiere no enterarse. A veces resulta más cómodo para los jefes no querer saber lo que sucede. El programa me hizo reflexionar y trasladarlo al mundo que tanto me gusta (u obsesiona) la política y me dije que gran ejercicio sería que los cargos políticos se mezclasen con la ciudadanía – que en realidad somos sus jefes- para interactuar y conocer de primera manó los problemas, inquietudes e incluso soluciones que estos jefes que somos los votantes tenemos que manifestar y proponer. ¿Pero no debería ser obligación? Efectivamente debería serlo, pero no lo es. Cuantas veces se ve un alejamiento del electo a sus electores, cuantas veces se desarrolla más el trabajo en el despacho que en la fábrica que es la calle, cuántas se habla de los políticos y la sociedad civil cuando un político no debiera ser ajeno a la sociedad que lo elige, cuántos problemas se solventarían con el simple hecho de escuchar y no solo oír.
Para eso vale el programa, para ver que se pueden hacer las cosas de otra forma, que se debe conocer la realidad de primera mano para que la mano no te oculte la realidad. Pues ya que no se hace en la mayoría de los casos hagámoslo, bajemos a la arena de los problemas cotidianos seamos como esos jefes del programa y que los cargos cumplan con lo que debería ser obligación máxime en una actividad que debe de ejercerse por devoción al prójimo, que es voluntaria, y que quien no desee hacer ese ejercicio de proximidad, transparencia y trabajo que deje su sitio a otro, la sociedad se lo agradecerá.